Noticias noviembre 22 – diciembre 7, 2024
Rosario Murillo Copresidenta: Concentración total del poder en Nicaragua
El 5 de diciembre de 2024, la Asamblea Nacional de Nicaragua, dominada por el partido Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), aprobó reformas constitucionales que designan a Rosario Murillo como copresidenta del país junto a su esposo, el presidente Daniel Ortega.
Murillo, conocida por su control absoluto sobre las comunicaciones gubernamentales y su papel en la toma de decisiones clave, ahora tendrá atribuciones legales equivalentes a las de Ortega. Según el texto de la reforma, la figura de copresidenta garantiza la continuidad del “modelo revolucionario, socialista y solidario” liderado por ambos. También incluye la redefinición de Nicaragua como un “Estado socialista y revolucionario” y establece nuevos símbolos patrios, como la bandera rojinegra del FSLN.
Otra de las disposiciones polémicas es la creación de una “policía voluntaria”, conformada por civiles que actuarán como apoyo a las fuerzas de seguridad. Estas medidas fortalecen la represión y eliminan cualquier espacio para que exista oposición política, consolidando un modelo autoritario sin precedentes en la región.
La designación de Rosario Murillo como copresidenta no es solo un cambio constitucional, sino un paso claro hacia un control total del poder en Nicaragua. Este cambio refuerza el nepotismo al máximo, eliminando cualquier diferencia entre el poder ejecutivo y los intereses de la familia Ortega-Murillo.
Esto además cierra cualquier posibilidad de transición democrática, dejando el poder en manos de la misma familia, siendo un gobierno dinástico. La creación de una “policía voluntaria” representa un gran peligro para los derechos humanos, ya que permite actos violentos sin control legal. A nivel internacional, esta medida aleja aún más a Nicaragua de tener buenas relaciones con países democráticos, intensificando su aislamiento económico y político.
Condenas internacionales por las reformas como amenaza a la democracia
Tras la aprobación de las reformas constitucionales en Nicaragua, organismos internacionales y gobiernos extranjeros condenaron las medidas. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) calificó las reformas como un “retroceso total para la democracia”, destacando que éstas consolidan un modelo represivo que ya ha forzado al exilio a cientos de opositores. Desde 2018, más de 450 personas han perdido su nacionalidad y propiedades bajo acusaciones de “traición a la patria”, algo ahora reforzado legalmente por estas reformas.
Por su parte, Estados Unidos renovó su declaración de Nicaragua como “una amenaza a la seguridad nacional”. El secretario de Estado señaló que las reformas representan un ataque directo contra los derechos humanos y un intento de perpetuar un régimen autoritario. Naciones Unidas también expresó su preocupación, particularmente por las disposiciones que amplían la vigilancia estatal y crean mecanismos que facilitan la represión contra la sociedad civil y la prensa independiente.
El aislamiento internacional de Nicaragua sigue creciendo. La comunidad internacional ya había impuesto sanciones económicas y diplomáticas al régimen Ortega-Murillo, pero las reformas recientes han intensificado los llamados a más presión.
La reacción internacional subraya el carácter represivo de estas reformas, que representan un retroceso sin precedentes en América Latina. Las sanciones existentes y el aislamiento diplomático no han logrado frenar la deriva autoritaria, lo que sugiere que Nicaragua sigue blindándose frente a la presión externa mediante alianzas con regímenes afines. Aunque las sanciones buscan deslegitimar al régimen, también afectan gravemente a la población. A largo plazo, es probable que esta situación aumente la migración de ciudadanos nicaragüenses, lo que tendrá consecuencias para toda la región, especialmente en países vecinos.
Ortega respalda a Siria
En medio de crecientes críticas internacionales, Daniel Ortega ha reforzado su apoyo público al gobierno de Bashar al-Assad en Siria. En un acto oficial reciente, Ortega elogió lo que llamó la “resistencia heroica” de Siria contra el “imperialismo occidental”. Según Ortega, ambos países enfrentan sanciones que, en su opinión, buscan desestabilizar a gobiernos soberanos.
Este respaldo no es nuevo, pero toma fuerza en un momento en que Nicaragua busca alianzas con Rusia, Irán y Venezuela, países también enfrentados con Estados Unidos y sus aliados. Ortega utiliza este discurso para presentar a su gobierno como un defensor contra la influencia extranjera, comparando la situación de Nicaragua con la de regímenes autoritarios como Siria o Corea del Norte.
La relación entre Ortega y Assad se hace aún más evidente con los recientes eventos en Siria, donde las fuerzas rebeldes lograron derrocar al régimen de Assad tras una ofensiva en regiones clave como Alepo. Este cambio, que dejó cientos de muertos, es uno de los mayores golpes al gobierno sirio en años. En respuesta, Ortega condenó lo que llamó “ataques terroristas internacionales”, reafirmando su apoyo al pueblo sirio y criticando a las potencias occidentales.
Estas declaraciones reflejan la cercanía entre los dos gobiernos, que comparten alianzas con países como Rusia e Irán y enfrentan constantes críticas por violaciones a los derechos humanos y la falta de democracia. Para Ortega, fortalecer estos lazos no solo busca apoyo económico y militar, sino también legitimar su régimen en medio de un creciente aislamiento internacional.
Sin embargo, este enfoque tiene riesgos. Al aliarse con países en conflicto y enfrentar más sanciones, Ortega podría exponer a Nicaragua a represalias internacionales más duras. Mientras tanto, la insistencia en este modelo autoritario ignora las demandas internas de mayor democracia y respeto por los derechos humanos.
Aunque el régimen de Ortega busca construir un legado ideológico que trascienda fronteras, la presión internacional y el descontento dentro de Nicaragua podrían eventualmente debilitar su control. La pregunta es si Nicaragua encontrará una salida democrática o continuará siendo un ejemplo de concentración absoluta de poder.